Por: Joven en Experiencia de Discernimiento Vocacional
Este compartir me permite abrir el corazón y dar a conocer la forma en que Dios se ha ido manifestando en mi vida.
Después de aproximadamente 6 meses de encontrarnos de manera virtual, de conocer el rostro de los sacerdotes Jesuitas y compañeros que al igual que yo tienen el deseo profundo de conocer y seguir al Señor, recibimos la invitación para participar del Encuentro Arrupe. Debo confesar que tenía mucho miedo por el tema de salud que enfrentamos a nivel mundial; pero al mismo tiempo ese miedo era minimizado por la alegría que sentía al pensar en poder encontrarme por primera vez personalmente con todos aquellos que han contribuido de manera significativa en este proceso de crecimiento espiritual y enamoramiento por nuestro Señor.
Desde el momento en que salí de casa supe que no había que tener miedo, que debía abandonarme en manos del Padre y pensar en que si él nos estaba invitando a vivir esta experiencia era porque sabía que estábamos a salvo.
Vernos por primera vez fue maravilloso, los comentarios no se hicieron esperar; te imaginaba más alto, más bajito, más gordo, más flaco, te vez más joven, más viejo etc.
Llegar a la finca San José fue desde el primer momento sentirnos en el paraíso, naturaleza, aire puro, el sonido del agua, el canto de los pájaros y sobre todo la calidez de cada uno de los que allí nos encontrábamos hizo que fuera el lugar perfecto para vivir este encuentro con nosotros mismos y con el amor de Dios.
Los primeros días nos permitieron conocernos un poco más, descubrir algunas de las tantas cosas en las que somos parecidos, muchas que nos diferenciamos y nos hace aun más interesante y enriquecedor este proceso crecimiento y formación para el cual estamos disponiendo nuestro corazón.
Empezar a comprender lo que significa vivir en comunidad es realmente maravilloso, es la oportunidad de reconocer que todo funciona mejor y se hace más agradable en la medida en que es compartido y en aras de un propósito en común.
El día 13 de diciembre y después de habernos preparado para empezar los Ejercicios Espirituales, El Señor que es tan misericordioso y lleno de amor para con todos sus hijos, nos dio el regalo de empezar a vivir con más intensidad que nunca el propósito para el cual fuimos convocados, continuar este proceso de discernimiento en busca de respuestas que muchas veces abrían paso a nuevos y más profundos interrogantes. Identificar tantas mociones que van orientando y dando sentido a este deseo del corazón que humanamente es tan complejo de entender.
A nivel personal quiero compartirles que cada día se convirtió en la mejor cita con Dios y es por ello que todas las decisiones fueron importantes como nos lo indicaba el padre a través de las instrucciones, desde saber elegir el lugar en el que querías que se diera el encuentro con Dios, preparar la conversación intima con el Señor mediante la oración, disponerte en cuerpo y alma y sobre todo estar abierto a encontrarse con todo aquello que podía ser agradable para ti, o por el contrario enfrentar aquellas cosas que muchas veces duelen, confrontan y te retan a buscarles el por qué las vives, cuál es el fin y de qué modo permitirle a nuestro Señor las direccione y puedan ser parte del camino que necesariamente debíamos recorrer para que hoy estemos en este punto de nuestra vida.
Al finalizar el día siempre sentí que Dios me regalaba una coma (,) con el ánimo de que continuara escribiendo esta historia, mi historia. Ahora con más certeza de que él de una u otra manera está ayudándome a lograrlo e invitándome a hacer extensiva su bendición en el servicio y la entrega a los demás, sin condiciones, sin mayores pretensiones y sin querer protagonizar, simplemente entregando todo con el más profundo amor.
Dios nos habla a través de todo y de todos, pues Él está ahí, hay momentos en los que simplemente nos basta con silenciar tanto ruido y es en esos instantes de intimidad y quietud que él se manifiesta profundamente.
En conclusión, el Encuentro Arrupe, es para mi uno de los regalos más hermosos que pudo darme el Señor en el año 2020; ya que mediante este me permitió reconocerme amado por él e invitado a contribuir con la construcción de su reino.
Dios nos siga bendiciendo y nos permita siempre hacer su voluntad.